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"Hoy estaras conmigo"

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LA  historia del ladrón penitente es incomparable. Fue el primer pecador que confió en el Cristo del Calvario. Sin precio, sin plazos, sin nada más que fe en el Cristo de la cruz, Dios lo perdonó. De la misma manera puede ser salvo hoy todo el que invoca el nombre del Señor.

Este incidente contradice rotundamente algunas de las herejías más peligrosas y prevalentes. En la salvación de uno de los dos ladrones el evangelio brilla en toda su pureza.

 El sacramentalismo queda refutado, ya que no hubo bautismo, participación de la Cena del Señor, membresía en la iglesia, ni ningún rito o ceremonia.

El dogma del purgatorio queda desmentido, porque este malhechor fue transformado en un santo y llevado al paraíso sin tener que purgar uno solo de sus pecados.

La salvación universal del hombre queda contradicha ya que sólo uno fue perdonado. El Señor no dijo: Hoy estaréis, sino: “Hoy estarás”.

La idea que el alma duerme queda impugnada porque se le promete al malhechor comunión inmediata con el Señor en el paraíso, aunque su cuerpo estaría desintegrándose en algún sepulcro.

Observemos que los dos malhechores pedían algo. El impenitente decía: “Sálvate a ti mismo y a nosotros” (Lucas 23:39). El penitente, en efecto, decía: Quédate en la cruz y gana para ti un reino.

Es posible que en estas dos oraciones conflictivas se encuentre la culminación de la tentación del desierto y de la agonía en Getsemaní. El ladrón impenitente estaba expresando palabras de Satanás: ofrecía una alternativa a la muerte de cruz. Muchos, como ese ladrón, quieren ser librados de la cruz. El otro, más que de la cruz, quería ser librado de su pecado. ¿A cuál oración respondería Cristo: “Sálvate a ti mismo” o: “Acuérdate de mí”?

Respondió a la segunda petición y la respuesta tiene dos partes (Lucas 23:43). Las palabras de la primera: “De cierto te digo”, en el idioma original del Nuevo Testamento aparecen como “Amén”. Esto determina lo que le sucederá al Salvador. Accede a la petición del ladrón, piensa en la raza humana que anhela el perdón y piensa en su Padre al decir “Amén, así sea”, sometiéndose así a los propósitos de Dios.

La segunda parte de la respuesta determina el destino del penitente: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. El ladrón, tal vez tenía en mente un día lejano: “cuando vengas en tu reino”, pero la respuesta fue: “HOY”.

En el paraíso de Dios siempre es hoy: allí no hay noche. Las promesas de Dios también siempre son para hoy. Dios no promete nada para mañana.

El Señor no prometió que el ladrón arrepentido gozaría su presencia durante un mes, un año o un milenio. Dijo: “HOY”; un hoy eterno. La salvación que Dios da es para siempre. La unión con Cristo es indisoluble.

La respuesta de Cristo al ladrón convence de la verdad de su promesa: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37). La única condición es arrepentimiento y fe.

Alguien ha dicho: un ladrón fue salvo para que nadie desespere, pero sólo uno para que nadie presuma.

Muchos dicen que no hay urgencia para aceptar el evangelio de la gracia. Dicen que ellos harán lo que hizo el ladrón en la cruz. Preguntamos: ¿Cuál ladrón? Recordemos que uno le dio la espalda partiendo de su presencia a la perdición eterna.


¿Qué vas a hacer hoy con Cristo?
¿Qué vas a hacer con su amor?
¿Puedes hoy mismo estar listo
    Para servir al Señor?

Nunca neutral has de hallarte
Cuando te invita el Señor;
Debes resuelto mostrarte
    En contra de él o a favor.

Entre la vida y la muerte
Tienes que hacer elección;
Pon en sus manos tu suerte,
    Todo halla en él solución.


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