El Sembrador, la Semilla es la Palabra de Dios

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SI leemos el relato con cuidado, descubriremos que esta palabra fue pronunciada cuando volvía a brillar el sol. Esta quinta palabra es totalmente diferente a las demás. Es la única que es intensamente personal. Creemos que reflejaba más que una necesidad física, aunque eso es todo lo que entendieron los soldados romanos que encontraron una vasija llena de vinagre, empaparon en ella una esponja y poniéndola en un hisopo se la acercaron a la boca.

Creemos que hubo dos motivos para este clamor. Primero, era el clamor de un vencedor. Esto es aparente en las palabras que introducen esta expresión: “Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo,… Tengo sed” (Juan 19:28).

“Después de esto” significa que las tinieblas ya habían pasado. El príncipe de las tinieblas quiso apagar el sol de justicia, pero no pudo.

“Sabiendo que ya todo estaba consumado” significa que la obra de redención, lo que Cristo vino al mundo a hacer, ya estaba hecha.

Pero también es un clamor de identificación. Quiso identificarse como el Salvador prometido en las Escrituras. Afirmamos esto porque leemos: “Dijo, para que la escritura se cumpliese: Tengo sed”.

Al pronunciar estas palabras, Cristo se estaba ubicando en el centro del Salmo 69, donde dice: “Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma. Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; he venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado. Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; han desfallecido mis ojos esperando a mi Dios… Por amor de ti he sufrido afrenta; confusión ha cubierto mi rostro. Extraño he sido para mis hermanos, y desconocido para los hijos de mi madre… El escarnio ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado. Esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo; y consoladores, y ninguno hallé. Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre” (vs. 1-4; 7-9; 20,21).

Cristo no quería agua, tanto como quería que reconocieran en él al Mesías prometido.

Los magos del oriente preguntaban: “Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?” (Mateo 2:2). Aquí está la respuesta. Sobre su cabeza su causa está escrita: “ESTE ES JESúS, EL REY DE LOS JUDíOS” (Mateo 27:37). Es aquí en la cruz donde podemos encontrar al rey.

¡Cuán importante es identificar correctamente al único Salvador prometido por Dios! Una equivocación aquí acarrea consecuencias funestas. ¿Le conoce Ud. como el Sustituto provisto por Dios? ¿Es Ud. participante de su victoria?


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