El Sembrador, la Semilla es la Palabra de Dios

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AL decir: “Tengo sed”, Cristo se refería a su persona, pero al decir: “Consumado es”, dirige nuestra atención a su obra. No hay nada más importante en este mundo que la persona y la obra de la cruz.

Esta frase, o su equivalente, ocurre varias veces en la Biblia. La encontramos al principio del libro: “Vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera… Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra” (Génesis 1:31; 2:1). El Creador terminó su obra de manera perfecta.

En el centro de las Escrituras aparece esta frase que es la sexta palabra pronunciada desde la cruz. El Redentor terminó su obra perfecta y totalmente, nada puede añadirse a ella.

Y al final de la Biblia encontramos esta frase otra vez. Cuando el séptimo ángel derrama su copa llena de la ira de Dios, sale una voz del cielo, del trono, diciendo: “Hecho está” (Apocalipsis 16:17). El Rey de reyes y Señor de señores ha terminado su obra de reconciliación. El tiempo está por terminar y el estado eterno lo llenará todo.

En cada uno de estos casos el que habla es el Hijo de Dios. Él es Creador, Redentor y Consumador de los propósitos de Dios. La afirmación hecha en la cruz es la más importante de las tres.

Veámosla también como un grito de victoria, un mensaje al Padre, una proclamación al universo entero; todo esto y más. Es una palabra cuyo significado debemos comprender. Es un anuncio de supremo interés a todo ser humano. Desconocerla o desvirtuarla es la tragedia más grande de la existencia.

Cristo no dijo: Yo he terminado. Para muchos la historia de Cristo termina en la cruz. Si así fuera, nuestra fe sería vana. Cristo resucitó y vive a la diestra de Dios. Viene otra vez al mundo por su iglesia y a reinar con ella sobre la tierra.

Otros buscan añadir algo a la obra terminada de Cristo. No aceptan que sea suficiente para redimir al pecador, santificarlo, justificarlo y llevarlo a la gloria. Los hombres quieren añadir algún mérito, alguna obra, alguna ceremonia como suplemento para poder así ser salvos. Para la redención del hombre: Nada quedó por hacerse, todo lo hizo Jesús.

Podremos pensar con provecho sobre el efecto de este grito de victoria:

En el cielo. Ahora el Padre celestial puede recibir a los hombres en su reino sin violar su santidad ni su justicia. El Hijo de Dios satisfizo las demandas de la justicia, pagó el precio de redención con su sangre y ahora Dios puede recibir, al pecador arrepentido, como Padre amante y como Dios justo (Romanos 3:19-26; Gálatas 3:10-14).

En el infierno. Cuando Cristo clama “Consumado es” la desesperación allí es total. Satanás la serpiente antigua, queda herida en la cabeza (Génesis 3:15). Cristo destruyó, “por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (Hebreos 2:14). Ahora Cristo tiene “las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:18).

Entre los moradores de la tierra. A unos, les trae gozo sin par porque la salvación es posible y porque no depende de esfuerzos ni méritos humanos. Éstos claman con Pablo: “Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gálatas. 6:14).

Para otros, el sentido de esta expresión es confuso. Creen que Cristo sólo hizo algo, y es por esto que sienten que deben hacer también algo. No se dan cuenta que al buscar añadir a lo hecho en el Calvario insultan a la persona y obra del que murió allí. No queda ya nada por hacerse, más que caer de rodillas y aceptar lo que la gracia de Dios ha provisto. ¿Usted, lo ha aceptado? Si no lo ha hecho ¿por qué no lo hace hoy?


Yo confió en Jesús y ya salvo soy;
Por su muerte en la cruz a la gloria voy.

Todo fue pagado ya, nada debo yo;
Salvación perfecta da quien por mí murió.

Todo hizo mi Señor, me salvó ya él:
Con ternura y amor, él me guarda fiel.


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