EL salmista empieza afirmando su integridad y termina haciendo lo mismo. Es buena la integridad (significa rectitud, sinceridad y justicia en medida cabal), pero pocos nos atreveríamos a afirmar que somos íntegros con la vehemencia con la que lo hace el salmista.
Nos parecería jactancia, y lo sería, si no fuera por los versículos 2 y 3
2Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; examina mis íntimos pensamientos y mi corazón.
3Porque tu misericordia está delante de mis ojos, y ando en tu verdad.. El hipócrita no se atreve a decirle a Dios: “Escudríñame... pruébame; examina mis íntimos pensamientos”. Sólo uno que vive en comunión con Dios puede vivir en integridad.
David revela el secreto al decir: “He confiado asimismo en Jehová sin titubear” (v. 1Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado; He confiado asimismo en Jehová sin titubear.). Tratemos de alcanzar semejantes cumbres de fe.
Seremos juzgados en base a lo que aborrecemos (v. 5Aborrecí la reunión de los malignos, y con los impíos nunca me senté.) y lo que amamos (v. 8Jehová, la habitación de tu casa he amado, y el lugar de la morada de tu gloria.). Este salmo nos muestra otra vez al justo y a los malos, pero aquí, descritos como dos compañías: los que andan simuladamente (vs. 4,5
4No me he sentado con hombres hipócritas, ni entré con los que andan simuladamente.
5Aborrecí la reunión de los malignos, y con los impíos nunca me senté.) y los que andan alrededor del altar (v. 6Lavaré en inocencia mis manos, y así andaré alrededor de tu altar, oh Jehová,).
Nosotros tenemos un altar (Heb. 13:10Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo.) y rodearlo, cantando las alabanzas de nuestro Dios, es nuestro sagrado deber.