Febrero 1

Salmo 32:1-11Ir a la Biblia en línea (sitio externo)

LA DICHA DEL PERDÓN

ESTE es el segundo de los salmos penitenciales. El primero fue el seis. Este salmo tiene introducción y conclusión y dos estrofas centrales. En la primera estrofa habla David (vs. 3-73 Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir todo el día. 4 Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano. 5 Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah 6 Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado; Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él. 7 Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; Con cánticos de liberación me rodearás.) y en la segunda Dios le responde (vs. 8-118 Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos. 9 No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, Que han de ser sujetados con cabestro y con freno, Porque si no, no se acercan a ti. 10 Muchos dolores habrá para el impío; Mas al que espera en Jehová, le rodea la misericordia. 11 Alegraos en Jehová y gozaos, justos; Y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón.). David usa cuatro palabras para describir el pecado y tres para el perdón. También describe el efecto en su vida al tratar de esconder su pecado.

Su vida se llenó de amargura y sequedad. Pero llegó el momento cuando dijo: “Confesaré mis transgresiones” y más tarde pudo decir: “tú perdonaste la maldad de mi pecado” (v.5Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.).

A partir de ese momento regresa el gozo de su salvación y pronuncia palabras de júbilo diciendo: “Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia” (v.7Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; Con cánticos de liberación me rodearás.).

Cuando Dios le responde le da una promesa y una exhortación (vs. 8,98 Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos. 9 No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, Que han de ser sujetados con cabestro y con freno, Porque si no, no se acercan a ti.). Demos atención a ambas. La promesa es hermosa. Aprendámosla de memoria y llevémosla en el corazón. La exhortación es a no correr desenfrenadamente como el caballo, y a no detenernos obstinadamente como el mulo. No debemos correr por delante ni seguir de lejos. Caminemos cerca del Señor para que él fije en nosotros sus ojos.

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