Marzo 28

Mateo 26:36-75Ir a la Biblia en línea (sitio externo)

¡A QUÉ PRECIO!

MEDITEMOS en esta pregunta “¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?” (v. 54¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?). Jamás podremos comprender plenamente la oración del Señor en Getsemaní. No es miedo, no es cobardía ni nerviosismo. Nada de eso, porque no es reacción del que desconoce el futuro y teme que algo improvisto se presente.

No fue así con el Hijo de Dios. El Cordero de Dios sabía que se enfrentaría a la muerte, sabía que sería cargado con los pecados del mundo, que daría su vida en expiación por los pecados de muchos. Sabía todo esto y además, sabía que vencería.

¿Qué pues lo hizo orar así? La agonía nació al sentirse tan cerca de la cruz donde sería hecho maldición por nosotros, razón por la cual se interrumpiría la comunión eterna con su Padre.

Bendición y maldición, santidad y pecado son fuerzas opuestas y ese dolor era el esfuerzo de juntarlas en la cruz.

El silencio del Padre le dice que la hora ha llegado (v. 45Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores.) y ni el beso del traidor (v.49Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó.), ni la espada de Pedro, ni las injurias de la multitud lo motivarían a cambiar los planes (v. 53¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?).

Nuestra redención costó mucho. El jardín de Getsemaní nos da una idea del precio.

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