LAS parábolas de este capítulo, además de presentar verdades cardinales del evangelio, tienen un matiz histórico muy sorprendente. Pueden compararse, al igual que las siete cartas a las iglesias (Ap. caps. 2,3Ir a la Biblia en línea (sitio externo)), con la historia del cristianismo a través de veinte siglos.
La primera, EL SEMBRADOR, nos habla del inicio, de lo que “Jesús comenzó a hacer y a enseñar” (Hch. 1:1Biblia).
Parte de sus enseñanzas cayeron en corazones que eran de piedra (v. 15Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyen pesadamente, Y han cerrado sus ojos; Para que no vean con los ojos, Y oigan con los oídos, Y con el corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane.): los judíos, y no fueron comprendidas.
Otras cayeron en corazones necesitados: los cojos, ciegos y mancos, pero el cambio fue superficial y al poco tiempo los “¡Hosanna!” se cambiaron en “¡Crucifícale!”
Los terceros fueron como Demas (2 Ti. 4:10porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia.), que cuando tuvieron que decidir entre Cristo y su vida licenciosa, escogieron lo pasajero, despreciando lo eterno.
Los últimos son el pueblo escogido que, dejando todo, decidió seguir a su Salvador y Señor. Son los 120, los 500, los 3,000 que confesaron a Cristo como Señor (Hch. 1:15En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos(y los reunidos eran como ciento veinte en número), y dijo: ; 1 Co. 15:6Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.; Hch. 2:41Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.).
¿Pertenecemos a este último grupo?