¿QUÉ ve Cristo en su iglesia? Debe ver el reflejo de su propio amor. Este libro abre con la frase: “Porque mejores son tus amores que el vino” (1:2¡Oh, si él me besara con besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino.). Éste es el testimonio de la esposa que ha sentido la profundidad del amor de su esposo.
Hoy leímos: “¡Cuánto mejores que el vino tus amores!” (v. 10¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía! ¡Cuánto mejores que el vino tus amores, Y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas!). El que exclama esto es el esposo. No está copiando la frase de la esposa; está viendo en ella el reflejo del amor con que la ha amado primero (1 Jn. 4:19Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.).
¿Por qué se contrasta el amor con el vino? El Nuevo Testamento también junta estas dos ideas (Ef. 5:18No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu). Que no nos espante la metáfora. Es muy elocuente. Pensemos en el que va a una taberna a entregarse al vicio. ¿Cómo sale? ¡Completamente dominado! Sus acciones, sus pensamientos y todo su cuerpo están fuera de su control. Así como el vino controla para destrucción a todo aquel que lo toma, así controla el Espíritu, pero para bien, a todo el que se entrega a Cristo.
El amor de Cristo enaltece, perfecciona y sublima. No degrada, no envilece ni degenera como sucede con el que se embriaga con vino. ¿Hemos probado de este amor?