VEMOS algo del viejo Jacob en la idea de enviar regalos. Pidió la protección de Dios para sus hijos (v. 14Y el Dios Omnipotente os dé misericordia delante de aquel varón, y os suelte al otro vuestro hermano, y a este Benjamín. Y si he de ser privado de mis hijos, séalo.), pero confiaba más en el dinero y en los regalos que en la gracia ya manifestada a su favor por “aquel varón”. Nosotros también somos muy reacios a aceptar la gracia de Dios que nos otorga favores inmerecidos.
José recibe a sus hermanos en su propia casa con muchas atenciones y muestra un conocimiento de ellos que los dejó atónitos (v. 33Y se sentaron delante de él, el mayor conforme a su primogenitura, y el menor conforme a su menor edad; y estaban aquellos hombres atónitos mirándose el uno al otro.). Nosotros también estamos ante uno que conoce lo más secreto de nuestras vidas (Jn. 1:48,49 48Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. 49Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. ; 2:25y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.; 4:29Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?; Heb. 4:12,1312Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.). La preferencia marcada hacia Benjamín fue una prueba más para ver si había envidia en los corazones de los hermanos mayores.
Esta es la segunda vez que vemos llorar a José. Vale la pena marcar todas las veces que leemos de sus lágrimas en este libro: 42:24Y se apartó José de ellos, y lloró; después volvió a ellos, y les habló, y tomó de entre ellos a Simeón, y lo aprisionó a vista de ellos. ; 43:30Entonces José se apresuró, porque se conmovieron sus entrañas a causa de su hermano, y buscó dónde llorar; y entró en su cámara, y lloró allí. ; 45:2,142Entonces se dio a llorar a gritos; y oyeron los egipcios, y oyó también la casa de Faraón. 14Y se echó sobre el cuello de Benjamín su hermano, y lloró; y también Benjamín lloró sobre su cuello.; 46:29Y José unció su carro y vino a recibir a Israel su padre en Gosén; y se manifestó a él, y se echó sobre su cuello, y lloró sobre su cuello largamente.; 50:15-1715Viendo los hermanos de José que su padre era muerto, dijeron: Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos. 16Y enviaron a decir a José: Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo: 17Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró mientras hablaban.. Nos recuerda esto a aquel que recibe el nombre de Varón de Dolores, cuyo corazón comparte todo dolor y angustia de su pueblo. Quien no sabe llorar no sabe consolar.
Pensemos en palabras tan necesarias el día de hoy, como entonces: “Paz a vosotros” (Gn. 43:23El les respondió: Paz a vosotros, no temáis; vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro en vuestros costales; yo recibí vuestro dinero. Y sacó a Simeón a ellos.; Jn. 20:19Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros.). ¿Las ha oído usted?