JACOB permaneció en Siquem once años. Parece que perdió las características de peregrino y definitivamente perdió la fragancia de su testimonio ante el mundo que lo rodeaba (cp. 34:3030Entonces dijo Jacob a Simeón y a Leví: Me habéis turbado con hacerme abominable a los moradores de esta tierra, el cananeo y el ferezeo; y teniendo yo pocos hombres, se juntarán contra mí y me atacarán, y seré destruido yo y mi casa. con Ro. 2:2424Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros.; 2 P. 2:2Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado). Pero Dios no deja a sus hijos.
La gracia de Dios se demostró al volver a manifestarse al negligente y al llamarlo a que cumpla con su deber. Hizo lo mismo con Jonás (Jon. 3:1,21Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo: 2Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré.) y con otros a quienes habló dos o más veces instándoles a cumplir una comisión que les había dado.
Es muy aleccionadora la orden que Jacob da a su familia (v. 2Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos.). Para restaurar la comunión con Dios, nosotros también debemos:
1. Quitar ídolos (1 Jn. 5:21Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén.). Aunque lo necesario es destruirlos, no sólo esconderlos (v. 4Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina que estaba junto a Siquem.).
2. Limpiarnos de toda inmundicia (Is. 1:16Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; 2 Co. 7:1Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.). Los zarcillos (v. 4Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina que estaba junto a Siquem.) pudieran representar esto, que hablan por contraste, del adorno interno que ha de ser nuestro (1 P. 3:4sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.).
3. Mudar los vestidos. Hay vestidos que lucen bien en Siquem, pero no en la casa de Dios (Col. 3:9,109No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, 10y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno).
Habiendo hecho esto, el patriarca ordena: “Levantémonos, y subamos a Bet-el” (v. 3Y levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado.). La comunión restaurada encuentra expresión en un nuevo altar. Notemos bien lo que Dios dice a Jacob: “Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí” (v. 1Dijo Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú.). ¿Cómo interpreta esta orden hoy?