HUBO hambre en la tierra y Dios ordenó a Isaac permanecer en la tierra prometida, reafirmando promesas hechas a su padre. Isaac obedeció y moró en Gerar, rodeado de filisteos.
Por miedo a que lo mataran para quitarle a su esposa mintió diciendo: “Es mi hermana” (v. 7Y los hombres de aquel lugar le preguntaron acerca de su mujer; y él respondió: Es mi hermana; porque tuvo miedo de decir: Es mi mujer; pensando que tal vez los hombres del lugar lo matarían por causa de Rebeca, pues ella era de hermoso aspecto.). Recordamos que su padre hizo esto en dos ocasiones (Gn. 12:13Ahora, pues, di que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti.; 20:2Y dijo Abraham de Sara su mujer: Es mi hermana. Y Abimelec rey de Gerar envió y tomó a Sara. ).
Un hombre sabio aprende de los errores de otros. Abraham había quedado avergonzado ante Faraón y Abimelec por este engaño y nos sorprende que Isaac lo repitiera. Pero no lo juzguemos. ¿Acaso nosotros, que sabemos las consecuencias del engaño en la vida de los patriarcas, lo evitamos?
Dios prosperó a Isaac y los filisteos le tuvieron envidia. Ellos representan a los que hoy viven entre el pueblo de Dios sin haber nacido de nuevo. Pertenecen al mundo y piensan como el mundo y por eso causan tantos problemas en la iglesia. Los filisteos modernos también tapan pozos de bendición y de revelación divina con razonamientos humanos y amor a las cosas terrenales. ¡Pero busquemos volver a abrirlos!