Mayo 29

Génesis 27:30-40Ir a la Biblia en línea (sitio externo)

UNA PÉRDIDA IRREPARABLE

AL regresar Esaú a la casa, el engaño de Jacob quedó al descubierto. Isaac se estremeció grandemente al ver que Dios había cumplido su propósito de bendecir a Jacob, a pesar de su obstinación en bendecir a Esaú. Isaac confirmó la bendición de Jacob (v. 33Y se estremeció Isaac grandemente, y dijo: ¿Quién es el que vino aquí, que trajo caza, y me dio, y comí de todo antes que tú vinieses? Yo le bendije, y será bendito.), y al hacer esto mostró su fe y su sumisión a los propósitos divinos. Isaac vio a Dios y se estremeció, pero Esaú sólo vio al “suplantador” y ardió de ira jurando venganza.

Demasiado tarde reconoció Esaú su error al restarle valor a la primogenitura. Al darse cuenta de los frutos de sembrar para la carne (Gá. 6:8Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.), lloró amargamente, pero en vano (v. 38Y Esaú respondió a su padre: ¿No tienes más que una sola bendición, padre mío? Bendíceme también a mí, padre mío. Y alzó Esaú su voz, y lloró.; Heb. 12:16,1716no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. 17Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.). Esaú recibió una bendición terrenal, pero no es de compararse con la bendición que recibió Jacob (vs. 27-29 27Y Jacob se acercó, y le besó; y olió Isaac el olor de sus vestidos, y le bendijo, diciendo: Mira, el olor de mi hijo, Como el olor del campo que Jehová ha bendecido; 28 Dios, pues, te dé del rocío del cielo, Y de las grosuras de la tierra, Y abundancia de trigo y de mosto. 29 Sírvante pueblos, Y naciones se inclinen a ti; Sé señor de tus hermanos, Y se inclinen ante ti los hijos de tu madre. Malditos los que te maldijeren, Y benditos los que te bendijeren.). No perdamos nosotros bendiciones eternas y galardones inmarcesibles ante el tribunal de Cristo sólo por satisfacer caprichos y apetitos carnales, o por egoísmos e inconsecuencias durante nuestro corto peregrinar en la tierra.

Ante el tribunal de Cristo ya será tarde para lamentar con lágrimas no haber corregido lo que está a nuestro alcance cambiar hoy.

“El Sembrador”
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