Este capítulo final contiene palabras de consuelo para el penitente que tiembla ante la palabra de Dios (vs. 2,5 2Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.
5Oíd palabra de Jehová, vosotros los que tembláis a su palabra: Vuestros hermanos que os aborrecen, y os echan fuera por causa de mi nombre, dijeron: Jehová sea glorificado. Pero él se mostrará para alegría vuestra, y ellos serán confundidos.), pero contiene también amenaza de castigo para los que escogen sus propios caminos.
Los primeros versículos presentan a un Dios alto y sublime, cuyo trono es el cielo y la tierra es su estrado. Es Omnipotente Creador, pero también es lleno de gracia porque su morada es con el “pobre y humilde de espíritu” (v. 2Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.).
Esteban cita este pasaje ante los religiosos de su día que rechazaron al Mesías anunciado por los profetas (Hch. 7:49,5049 El cielo es mi trono, Y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor; ¿O cuál es el lugar de mi reposo? 50 ¿No hizo mi mano todas estas cosas?). Dios dirige sus más fuertes palabras de disgusto, no al adúltero, al ladrón o al homicida sino a hombres religiosos que aparentan piedad.
Lo mismo pasa en la Biblia entera ya que el último capítulo de Apocalipsis menciona el paraíso, el árbol de la vida, y el río, cosas que vemos en los primeros capítulos de Génesis. Tanto las dos partes de Isaías como la Biblia entera son obra de un mismo Autor.