Parecido al anterior, este salmo describe la reacción entre el salmista y sus enemigos. Éste se encuentra en peligro y su oración es intensa, urgente y casi desesperada: “líbrame... ponme a salvo... sálvame” (vs. 1,21 Líbrame de mis enemigos, oh Dios mío; Ponme a salvo de los que se levantan contra mí. 2 Líbrame de los que cometen iniquidad, Y sálvame de hombres sanguinarios.).
Los enemigos que le rodean son como una jauría de perros que ladran sus amenazas al rondar por la ciudad. Dios los oye (vs. 6,76 Volverán a la tarde, ladrarán como perros, Y rodearán la ciudad. 7 He aquí proferirán con su boca; Espadas hay en sus labios, Porque dicen: ¿Quién oye?) y se ríe de ellos (v. 8Mas tú, Jehová, te reirás de ellos; Te burlarás de todas las naciones.). Viene al encuentro de su siervo (v. 4Sin delito mío corren y se aperciben. Despierta para venir a mi encuentro, y mira.) y va delante de él (v. 10El Dios de mi misericordia irá delante de mí; Dios hará que vea en mis enemigos mi deseo.) para abrirle camino entre los que le acechan. Esto es un consuelo para los que sufren persecución en cualquier época o lugar.
Más tarde, los perros regresan a la ciudad buscando presa, no la hallan y se pasan la noche quejándose con motivo de su hambre (vs. 14,1514 Vuelvan, pues, a la tarde, y ladren como perros, Y rodeen la ciudad. 15 Anden ellos errantes para hallar qué comer; Y si no se sacian, pasen la noche quejándose.). Los perros gimen y ladran toda la noche, pero el salmista canta al rayar el alba porque el Señor ha sido su amparo y fortaleza y su refugio en el día de la angustia (v. 16Pero yo cantaré de tu poder, Y alabaré de mañana tu misericordia; Porque has sido mi amparo Y refugio en el día de mi angustia.).
Este salmo arroja luz sobre una exhortación algo extraña que hace Pablo en una de sus epístolas: “Guardaos de los perros” (Fil. 3:2Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo. ).