Al principio, los discípulos seguían con gusto a su Maestro, pero, al hablarles de lo que acontecería en Jerusalén leemos que “le seguían con miedo” (10:32Iban por el camino subiendo a Jerusalén; y Jesús iba delante, y ellos se asombraron, y le seguían con miedo. Entonces volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer:). ¿La razón? No entendían, por eso no tenían fe para vencer el miedo. Hoy leímos que “huyeron” (v. 50El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.) y esto es el fruto maduro del miedo.
De un joven leímos que le seguía “cubierto el cuerpo con una sábana” (v. 51Pero cierto joven le seguía, cubierto el cuerpo con una sábana; y le prendieron). Así seguimos muchos: no estamos vestidos para servirle y esto es como si no le siguiéramos. En el momento de la verdad también huiremos (v. 52mas él, dejando la sábana, huyó desnudo.).
De Pedro notamos que “le siguió de lejos” (v. 54Y Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; y estaba sentado con los alguaciles, calentándose al fuego.). No quería perder el contacto, pero quería tener la opción de decir NO si algo no le parecía. Seguir al Señor, poniendo nuestras condiciones, nos traerá las mismas consecuencias: vendrá el momento cuando le negaremos, habrá lágrimas, tristeza y separación.
Terminemos viendo que esto aconteció después de una lección práctica (la oración en Getsemaní) y una teórica: “Velad y orad” (v. 38Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. ).
El Maestro nunca nos pide una acción que no haya presentado en forma práctica (su ejemplo) y teórica (su enseñanza).