Aprendamos de sus errores. Habitaron con las naciones que debieron haber exterminado (v. 5Así los hijos de Israel habitaban entre los cananeos, heteos, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos.). Aceptaron vínculos matrimoniales con ellos (v. 6Y tomaron de sus hijas por mujeres, y dieron sus hijas a los hijos de ellos, y sirvieron a sus dioses.). Copiaron su religión y sus costumbres (v. 7Hicieron, pues, los hijos de Israel lo malo ante los ojos de Jehová, y olvidaron a Jehová su Dios, y sirvieron a los baales y a las imágenes de Asera. ).
La aplicación a la iglesia, como cuerpo, y al creyente, como individuo, de estos malos pasos es obvia. Ésta fue la historia de Éfeso, que dejó su primer amor (Ap. 2:4Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.). El mal empieza cuando algo suplanta a Dios en nuestros afectos.
El rey de Mesopotamia fue el primer instrumento que usó Dios para castigar a su pueblo y fue su señor durante ocho años. Cuando clamaron, Dios envió como libertador a Otoniel, y leemos que “el Espíritu de Dios vino sobre él” (v. 10Y el Espíritu de Jehová vino sobre él, y juzgó a Israel, y salió a batalla, y Jehová entregó en su mano a Cusan-risataim rey de Siria, y prevaleció su mano contra Cusan-risataim.); que juzgó a Israel y luego, que salió a la batalla.
Notemos con cuidado el orden de estos eventos:
1. Buscar y fortalecer mi relación con Dios.
2. Juzgar el pecado y eliminarlo de mi vida.
3. Disponerme a conseguir la victoria.
Otoniel obtuvo más que la victoria inmediata ya que dio al pueblo cuarenta años de reposo de sus enemigos. Tal vez esto nos ayude a comprender lo que es ser “más que vencedores” (Ro. 8:37Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. ).