“Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos” (v. 8¡Ay, Señor! ¿qué diré, ya que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos?). Josué sabía que esta noticia cundiría tan rápidamente como aquella de que cruzaron el río Jordán en seco, y las naciones se juntarían para aprovechar este momento de debilidad. Josué estaba en lo cierto. Una derrota parcial es presagio de una caída desastrosa. Ésta es la experiencia de muchos creyentes con este tipo de preocupaciones. Dios corrigió a Josué: No te preocupes de qué te va a pasar mañana frente a tus enemigos; preocúpate del por qué fuiste derrotado hoy.
“Levántate... Israel ha pecado” (vs. 10,1110Y Jehová dijo a Josué: Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? 11Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres.), fue la orden de Dios. Un hombre, en vez de usar la espada para matar, o el fuego para quemar, desobedeció, y usó los ojos para codiciar (v. 21Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé; y he aquí que está escondido bajo tierra en medio de mi tienda, y el dinero debajo de ello.).
Si aprendiéramos a obedecer no habría lugar para las tentaciones de Satanás. Quemadas por el fuego, las cenizas de los mantos no serían tan atractivas y aun las monedas y los lingotes, llenos de tizne, dejarían de brillar. Hay aquí tres lecciones: obediencia completa, análisis de derrotas y confesión pronta. Aprendámoslas y pongámoslas por obra cuando somos derrotados.