Simbólicamente, en Judá y en José habían encontrado heredad las demás tribus y el tabernáculo halla reposo en Silo “lugar deseado”, o “lugar de paz”, digno nombre para el lugar que es la morada de Dios.
El arca viaja de Gilgal, lugar limítrofe, a Silo, lugar central, entre la heredad de Judá y José. Dios ha de morar “en medio”.
Pero dos situaciones se notan:
a) Conclusiones prematuras: “La tierra les fue sometida” (18:1Toda la congregación de los hijos de Israel se reunió en Silo, y erigieron allí el tabernáculo de reunión, después que la tierra les fue sometida.).
b) Conformismo. Siete tribus vivían entre sus hermanos sin preocuparse de una heredad propia.
¡Cuántos queremos vivir cobijados bajo las bendiciones que Dios les ha dado a otros! En biología esto se llama parasitar. Aprendamos la lección de Josué. No se excusa tras la negligencia de las siete tribus, ni dice: Ya cumplí, simbólicamente, en dar la tierra a la casa de Lea y Raquel. Josué se levanta y se pone a exhortar.
El Señor sólo hará su morada con nosotros si hemos conquistado nuestra heredad y si anhelamos ser usados por él (1 Ti. 3:1Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.). Soy conminado a no recibir mi parte hasta que haya llevado a mis hermanos a la conquista de sus herencias (22:4Ahora, pues, que Jehová vuestro Dios ha dado reposo a vuestros hermanos, como lo había prometido, volved, regresad a vuestras tiendas, a la tierra de vuestras posesiones, que Moisés siervo de Jehová os dio al otro lado del Jordán.).