Josafat, que había resistido la influencia de sus vecinos del norte al principio de su reinado, decide trabar parentesco con Acab, tal vez buscando ser una buena influencia sobre él y su familia. Pero aprendió una lección que también a nosotros nos hace falta: no se puede lograr lo bueno desobedeciendo al Señor.
Antes de salir juntos a la guerra la unanimidad de los profetas falsos no convence a Josafat y llaman a Micaías, un hombre sobresaliente de quien aprenderemos cuatro lecciones:
1) VISIÓN. Vio a Dios sentado en su trono, poniendo límites a lo que puede hacer el malo. Es necesario que todo siervo conozca la autoridad y gloria de su Señor.
2) VERDAD. Sus palabras no complacen al rey, pero las declara sin temor.
3) VITUPERIO. Una bofetada, la cárcel y la incredulidad es lo que recibe el profeta como respuesta a su fidelidad.
4) VINDICACIÓN. La verdad pronunciada se cumple al pie de la letra. Un milagro salva a Josafat que reacciona a tiempo y ora. Otro milagro introduce una flecha entre las junturas y el coselete del rey disfrazado y le quita la vida.