Es mucha la responsabilidad que asume el que ocupa un puesto de liderazgo. “Roboam... dejó la ley de Jehová, y todo Israel con él” (v. 1Cuando Roboam había consolidado el reino, dejó la ley de Jehová, y todo Israel con él.). Cuando el hombre se siente débil se da cuenta que necesita ayuda divina, pero cuando se siente fuerte se independiza y busca olvidarse de Dios. Es triste lo que leemos en este pasaje. Sisac despoja a Jerusalén de todos sus tesoros. El pueblo se humilla y Dios perdona sus vidas, pero quedan empobrecidos. Sustituyen escudos de oro con unos de bronce para llenar el hueco y cubrir las apariencias.
Así sucede hoy en muchas iglesias donde hay creyentes que no disponen sus corazones para buscar a Jehová (v. 14E hizo lo malo, porque no dispuso su corazón para buscar a Jehová.). Sus casas, sus mentes, su testimonio no están adornados ni protegidos por escudos de oro sino con pobres imitaciones. No hay poder del Espíritu y se busca en su lugar el atractivo de lo carnal.
No nos conformemos con remedos de piedad ni con la mera apariencia externa de amor cristiano. Seamos genuinos.
El reinado de Roboam, salvo los primeros años, fue de apostasía, castigo y guerra constante. Cuando murió dejó a su pueblo en muy malas condiciones.