Hay otros dos siervos del Señor que, en las vicisitudes de la vida, un tanto muerta la esperanza, claman a Dios para que les sea revelado el significado de su sufrir. Uno es Juan el Bautista que pregunta: “¿Eres tú el que había de venir?” (Lc. 7:19y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?). El otro es Pablo que, al pedir que le fuera quitado el aguijón de su carne, recibió como respuesta el por qué lo tenía (2 Co. 12:7-97Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; 8respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. 9Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.).
Igualmente Jeremías, habiendo sido fiel en su mensaje sobre la destrucción de Jerusalén, recibe una señal de Dios, un tanto contraria, que aparentaba hacer que quedara como mentiroso. ¿Qué hacer? Confesar: “Señor, no entiendo”, pero no en una actitud soez ni altanera.
Es conveniente que nosotros aprendamos la forma de oración de Jeremías (vs. 17-25Ir a la Biblia en línea). ¿Sería la respuesta del Señor: “Bástate mi gracia” como le dijo a Pablo (2 Co. 12:9Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.)?
Una cosa debemos aprender: Dios es fiel y nunca cambiará. ¿Qué hago yo cuando las cosas me son adversas? En las crisis y problemas, ¿qué respuestas busco? Vayamos al Gólgota y aprendamos la obediencia (Heb. 5:8Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia).