Aprendamos tres lecciones de este pasaje:
1. ¿En qué debemos fundamentar nuestra petición de auxilio?
No es en lo que somos o tenemos, ni tampoco en un atributo divino como la justicia. Es sólo en el atributo de amor (v. 7Aunque nuestras iniquidades testifican contra nosotros, oh Jehová, actúa por amor de tu nombre; porque nuestras rebeliones se han multiplicado, contra ti hemos pecado.). Esta lección es importantísima cuando queremos acercarnos a Dios. Es por “amor de tu nombre” que podemos rogarle que actúe. Toda otra base es falsa. No hay nada que podamos dar a Dios. Tampoco podemos alegar utilidad ante sus ojos, pues, si faltamos, él puede hacer que las piedras hablen. Fundamentemos nuestros ruegos en su amor.
2. ¿Cómo debemos actuar cuando otros están en aflicción?
Debemos identificarnos con ellos, pero no únicamente con palabras. Las palabras de Jeremías: “Hemos pecado” (v. 7Aunque nuestras iniquidades testifican contra nosotros, oh Jehová, actúa por amor de tu nombre; porque nuestras rebeliones se han multiplicado, contra ti hemos pecado.), no son vanas. Debemos insistir. Dios dijo por segunda vez: “No ruegues” (11:14Tú, pues, no ores por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración; porque yo no oiré en el día que en su aflicción clamen a mí; v. 11Me dijo Jehová: No ruegues por este pueblo para bien.), pero el profeta insiste en abogar por su causa (v. 13Y yo dije: ¡Ah! ¡Ah, Señor Jehová! He aquí que los profetas les dicen: No veréis espada, ni habrá hambre entre vosotros, sino que en este lugar os daré paz verdadera. ). ¿Hacemos lo mismo cuando las circunstancias parecen indicar que no debemos seguir rogando por algún hermano?
3. ¿Cómo debemos ser al recibir la respuesta de Dios?
Debemos ser invariantes en nuestra fe. A pesar de todo, el profeta termina confiando en Dios, aunque la respuesta fue negativa.