Ya hemos tocado este tema en otros Salmos. Es importante. En contraste con el Dios vivo, los ídolos tienen boca y no hablan; pero nos parece que hay tiempos cuando también el Dios nuestro guarda silencio.
Anhelamos oír su voz ya sea como sonido de muchas aguas, como trueno o como silbo apacible, y solemos reprenderle como lo hace el salmista: “No guardes silencio; no calles, oh Dios, ni te estés quieto” (v. 1Oh Dios, no guardes silencio; No calles, oh Dios, ni te estés quieto.). Pero Dios no guarda silencio. El Verbo se manifestó y “en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Heb. 1:2en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;). Si nosotros guardamos silencio escucharemos su voz: “Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón” (Ro. 10:8Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:).
En este último Salmo, de una serie de once, Asaf recuerda lo que Dios había hecho en la historia de su pueblo. Pide que vuelva a haber victorias como las de Débora y Barac contra Sísara y como la de Gedeón sobre los madianitas.
¡Qué bueno es cuando nuestras experiencias pasadas con Dios vienen a iluminar nuestro presente, ya sea como advertencias a no repetir errores o como estímulo a confiar más en quien nos ha dado victorias!