Mirando las ofrendas, nacen las dos preguntas siguientes:
1. ¿Cuáles valen más? El Señor respondió señalando a la viuda: “Ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía” (v. 4Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.). Alguien ha comentado que Dios no ve cuánto damos, sino con cuánto nos quedamos.
2. ¿Cuánto durarán? Contemplando las piedras hermosas del templo el Señor predijo que pronto serían destruidas. De aquí podemos sacar otra lección: Dios no ve lo que construimos en el mundo visible porque todo esto perecerá (2 P. 3:11Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir). Dios se fija en lo que construimos para su gloria en el conocimiento y carácter de otros (1 Ts. 2:19,20 19Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? 20Vosotros sois nuestra gloria y gozo).
¿Cuánto vale la ofrenda que estamos dando a Dios? ¿Cuánto durará el fruto de nuestras labores?
La señal de la higuera nos enseña algo sobre la nación de Israel. Ella es un enigma para los historiadores que no quieren ver la mano de Dios en la historia contemporánea. Esta nación y todas las del medio oriente (“los árboles”) están frecuentemente en primera plana en las noticias actuales. El “bramido del mar” (v. 25Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas) también se escucha hoy con claridad. En el Mediterráneo están concentradas las fuerzas navales más grandes de la tierra. “Sabed que está cerca el reino de Dios” (v. 31Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.).