En nuestra lectura el Señor Jesús se encuentra orando (v. 1Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos) y sus discípulos lo observan. Recordemos que se les ordenó orar al Señor de la mies (10:2Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies) y tal vez eso les mueve a exclamar: “Señor, enséñanos a orar”.
El divino Maestro responde a su petición y después les da otra lección: “Pedid, y se os dará” (v. 9Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá). Se les instruye a poner por obra la primera lección recibida. Hoy, como los discípulos, debemos contemplar al Señor (Heb. 12:2puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios) y, al hacerlo, sentiremos la necesidad de pedirle que nos enseñe a ser como él en todo. Si no hemos hecho esto, hagámoslo hoy. Pero hay algo muy triste. Tal vez el Señor ya nos enseñó muchas cosas y no las estamos practicando. Sobre todo nos es necesario practicar la oración.
Cuando el Señor oraba mostraba su unión con el Padre, su comunión con él y su obediencia a él. Sabía que su Padre le escuchaba. Nosotros tenemos promesas que nos aseguran lo mismo (vs. 10,1310Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. 13Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?; Jn. 11:41,4241Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. 42Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado).
Mantengamos comunión con nuestro Dios. No nos vaya a pasar lo de la casa dividida contra sí misma que cae. Dios nos ordena: “Orad sin cesar” (1 Ts. 5:17Orad sin cesar).