La lectura de hoy debe dejarnos dos lecciones:
1. La reacción del hombre a la voz de Dios.
Por la secuencia de los capítulos es de suponerse que la visión y la estatua estaban relacionadas en la mente del rey. Pero, ¡cuánta distorsión producen el orgullo y la vanidad que florecerán en el capítulo siguiente! Cuidémonos para que esto no nos suceda cuando escuchemos la voz de Dios. Que haya concordancia entre lo que ven nuestros ojos, oyen nuestros oídos y hacen nuestras manos.
2. La fidelidad de los siervos de Dios.
La obediencia a Dios y al rey son dos cosas que se nos piden (1 P. 2:13Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior), pero a veces se contraponen las órdenes que recibimos de estas dos fuentes. ¿Qué debemos hacer cuando pasa esto? Veamos un ejemplo. Dios dice: “Id... y predicad” (Mr. 16:15Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura). El gobierno dice: En esta forma no se puede. Si aún quedan otras formas de predicar puedo obedecer a ambos. Pero pueden quedar sólo formas en que mis actos negarían en esencia el nombre del Dios a quien sirvo, entonces habré de obedecer a Dios y someterme al hombre aceptando su castigo.
Aprendamos a distinguir estos casos, y busquemos el valor para “obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 5:29Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres).