Job va a pronunciar la última palabra, la conclusión del drama. Una conclusión sublime. No ha encontrado la respuesta al problema del sufrimiento del justo, pero ya no es un rebelde arrogante sino un adorador. Job ha cambiado, Job se ha arrepentido.
Dios usa a Job, un hombre “perfecto y recto” (1:1Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.), para enseñarnos la necesidad del arrepentimiento y así usa también a Nicodemo, principal entre los judíos, para enseñarnos que es necesario nacer de nuevo (Jn. 3:7No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.). ¡Qué sabio es Dios para escoger lo mejor de entre los hombres para enseñarnos estas verdades! En el epílogo vemos que Dios vindica a Job ante sus tres amigos diciendo esto: “No habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job” (v. 7Y aconteció que después que habló Jehová estas palabras a Job, Jehová dijo a Elifaz temanita: Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros; porque no habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job.). Ellos habían hablado de la grandeza y justicia de Dios mientras que Job se deshacía en quejas y acusaciones; pero ellos hablaron con dogmatismo frío e insensible, mientras Job hablaba con sinceridad y sed de Dios. En una escena de reconciliación Job ora por ellos. Dios sana a Job, duplica los bienes que había perdido y le da una vida larga, llena de satisfacciones.
Al terminar de leer este libro recordemos otra vez la pregunta de Dios: “¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra?” (1:8Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?) ¿Qué hemos aprendido al considerarlo durante las últimas semanas?