Es la segunda vez que encontramos esta palabra (1:14Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.; 2:1Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos) y la volveremos a ver en estos primeros capítulos.
No es sólo estar juntos, sentados en la misma banca, bajo un mismo techo, etc. Es más que estar unidos por vínculos de raza, costumbres y creencias. Unánimes ha de hablarnos de tener un solo anhelo del alma, y el uno en que podemos concordar es solamente Cristo. ¡Oh, si el hombre pusiera los ojos en Cristo y menos en las diferencias religiosas cuando sale en busca de “ecumenismo”!
Si todos buscáramos ser como Cristo realmente es (Cristo, el Hijo de Dios, no el Cristo que las religiones han inventado), tendríamos como consecuencia inmediata el estar “unánimes”. Tal vez esta meta no será alcanzada a nivel nacional y menos mundial, pero sí debe buscarse y lograrse en la Iglesia Local.
Sólo así estaremos “llenos del Espíritu Santo” (v. 4Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.), sólo así causaremos impacto en la comunidad en la que vivimos (v. 7Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan?), sólo así motivaremos a otros a buscar el secreto: la nueva vida en Cristo (v. 12Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?).