Nos duele ver el mal trato que Job recibe de sus amigos y tal vez quisiéramos ayudarle, pero Job se defiende muy bien. Pide que sus amigos lo escuchen y una vez que haya hablado pueden seguir con su escarnio. Que lo escuchen, es ya el único consuelo que espera de ellos (vs. 2,32 Oíd atentamente mi palabra, Y sea esto el consuelo que me deis. 3 Toleradme, y yo hablaré; Y después que haya hablado, escarneced.). Es importante escuchar al que sufre. Recordemos esto y aprendamos a consolar escuchando.
Fuera de esta petición, Job ya no pide nada de sus amigos y parece que de aquí en adelante busca la ayuda de un Consolador que no le fallará. Hace bien en buscar al Consolador celestial.
Hemos llegado al final de la segunda ronda de discursos. Los amigos han llegado al límite de sus conocimientos, pero dos de ellos harán un intento más de convencer a Job de su pecado.
Aun en la oscuridad y bajo el peso de la angustia, hay progreso en la búsqueda de respuestas a los grandes enigmas de la vida. Los hay porque Job se concreta a buscarlas en Dios.
¿Buscamos soluciones a nuestras cuitas? Busquémoslas en Dios y en su Palabra y no en el consejo de los impíos (v. 16He aquí que su bien no está en mano de ellos; El consejo de los impíos lejos esté de mí.).