¡Qué cambios tan grandes suele introducir la palabra “pero”! Este capítulo empieza con: “Pero ahora se ríen de mí los más jóvenes que yo”. Sigue la amargura y el orgullo, pues considera a estos jóvenes como hijos de padres inferiores a los perros que cuidaban su ganado.
¡Qué contraste hay en el testimonio del creyente! Antes sin Cristo, sin privilegios, sin esperanza (como Mefi-boset que se consideraba “perro muerto” 2 S. 9:8Y él inclinándose, dijo: ¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerto como yo?). “Pero ahora... hechos cercanos por la sangre de Cristo” (Ef. 2:13Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo).
Job no ve nada bueno en su presente y se dedica a enumerar sus desventuras. La situación que describe es similar a la que vivió el “varón de dolores, experimentado en quebranto” (Is. 53:3Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.). A él también le escupieron el rostro (vs. 10,1110 Me abominan, se alejan de mí, Y aun de mi rostro no detuvieron su saliva. 11 Porque Dios desató su cuerda, y me afligió, Por eso se desenfrenaron delante de mi rostro.), fue objeto de las burlas y canciones de los borrachos, pero en vez de lamentos dice esto: “La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” (Jn. 18:11Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?). Si nos toca pasar por aflicción, sepamos decir a nuestro Dios: “Sea hecha tu voluntad”.
Lamentamos el pasado, pero no debemos lamentar el presente. En el corazón donde mora Cristo debe haber paz. ¡Fuera lamentos!