La primera parábola se refiere a los descendientes de Judá (Gn. 49:9Cachorro de león, Judá; De la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, Así como león viejo: ¿quién lo despertará?) que son vistos en profecía como cachorros de león, y en particular a los reyes de la época de Ezequiel. Uno fue llevado a Egipto (2 R. 23:33,3433Y lo puso preso Faraón Necao en Ribla en la provincia de Hamat, para que no reinase en Jerusalén; e impuso sobre la tierra una multa de cien talentos de plata, y uno de oro. 34Entonces Faraón Necao puso por rey a Eliaquim hijo de Josías, en lugar de Josías su padre, y le cambió el nombre por el de Joacim; y tomó a Joacaz y lo llevó a Egipto, y murió allí.; Jer. 22:10-1210No lloréis al muerto, ni de él os condoláis; llorad amargamente por el que se va, porque no volverá jamás, ni verá la tierra donde nació. 11Porque así ha dicho Jehová acerca de Salum hijo de Josías, rey de Judá, el cual reinó en lugar de Josías su padre, y que salió de este lugar: No volverá más aquí, 12sino que morirá en el lugar adonde lo llevaron cautivo, y no verá más esta tierra.) y otro a Babilonia. Entre estos dos está un período de disturbios políticos y de guerrillas que se relatan en los últimos capítulos de los Libros de Reyes, Crónicas y Jeremías.
La endecha cambia abruptamente de figura y ahora tenemos una vid que en profecía nos habla de la nación de Israel. De esta nación salieron grandes reyes, hubo fruto y buenas señales de crecimiento. Pero..., ¡cuántos “peros” cambian una hermosa historia!
En la segunda parte es bueno notar que la vid no fue desarraigada, tirada en un muladar y quemada, dejándola morir. Esta es la maravilla de la inspiración divina. ¡Cómo cuida Dios los detalles! Es arrancada, quemada, destrozado su fruto y quebradas sus ramas, pero es plantada en “el desierto, en tierra de sequedad y aridez” (v. 13Y ahora está plantada en el desierto, en tierra de sequedad y de aridez.). Esto nos dice que no todo ha terminado, pues un día Dios convertirá esa tierra árida en tierra de riego y la vid retoñará.
La figura de la vid también se puede aplicar a nosotros: Cristo es la vid, nosotros los pampanos (Jn. 15:5Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.).