Los amonitas (Gn. 19:38La menor también dio a luz un hijo, y llamó su nombre Ben-ammi, el cual es padre de los amonitas hasta hoy.). Su pecado fue el de burlarse de los hebreos cuando éstos sufrían por su pecado (v. 6Porque así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto batiste tus manos, y golpeaste con tu pie, y te gozaste en el alma con todo tu menosprecio para la tierra de Israel).
Los moabitas (Gn. 19:37Y dio a luz la mayor un hijo, y llamó su nombre Moab, el cual es padre de los moabitas hasta hoy.). Su pecado fue el de publicar que, porque Judá había sido vencida, había llegado a ser como los demás pueblos, es decir: ya no eran pueblo de Jehová (v. 8Así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto dijo Moab y Seir: He aquí la casa de Judá es como todas las naciones).
Los edomitas (Gn. 36:1Estas son las generaciones de Esaú, el cual es Edom). Su pecado fue el de aprovechar los momentos de debilidad de Judá para vengarse de ellos (v. 12Así ha dicho Jehová el Señor: Por lo que hizo Edom, tomando venganza de la casa de Judá, pues delinquieron en extremo, y se vengaron de ellos).
Los filisteos. A diferencia de los otros, éstos no eran descendientes de Abraham. Su pecado fue el de infligir castigo por venganza y despecho, sin reconocer que lo hacían en nombre de Dios quien estaba disciplinando a sus hijos (v. 15Así ha dicho Jehová el Señor: Por lo que hicieron los filisteos con venganza, cuando se vengaron con despecho de ánimo, destruyendo por antiguas enemistades).
Una lección para hoy: ¿Qué hacemos cuando vemos a un hermano sufrir la disciplina del Señor porque ha pecado? No digamos: Te lo dije. Seríamos como Amón. No hagamos la conjetura: Dios se olvidó de él. Seríamos como Moab. No nos aprovechemos del momento para recordarle cuentas viejas. Seríamos como Edom. No sintamos que debemos participar en la disciplina lanzando la primera piedra cual los filisteos.
Busquemos su restauración (Gá. 6:1Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.).