Los juicios de Dios nos enseñan a distinguir entre el bien y el mal, nos dan entendimiento para saber que hay cosas que valen más que el oro, por puro que éste sea.
Adquirimos nuestros gustos al ir madurando. Cosas que no apreciábamos cuando niños ahora son nuestros manjares favoritos. Antes despreciábamos las Escrituras, pero ya hemos llegado a sentir hambre y sed de justicia por ellas.
El espejo de la Palabra nos enseña que somos pequeños, pero tenemos un Dios muy grande. Un hombre pequeño con un Dios omnipotente no debe temer a sus enemigos.
Dios está cerca de todo el que le invoca. A veces guarda silencio, pero es fiel a su promesa: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.). Cada versículo de este salmo menciona a Dios, ya sea usando uno de sus nombres o un pronombre. El salmista se refiere a sí mismo más de 300 veces en oración, adoración o testimonio. Este es un salmo intensamente personal y esa debe ser nuestra actitud hacia la Biblia.