Para responder a la pregunta: ¿Quién fue el último en profetizar de la muerte del Mesías?, muchos irían a los profetas menores, pero la respuesta está aquí (v. 51Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación). Es sorprendente notar cómo un hombre incrédulo puede dar la palabra de Dios a un pueblo y permanecer incrédulo.
Como en muchos otros casos, Satanás busca que sólo la mitad se entienda: “Nos conviene que un hombre muera” (v. 50ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca.). La otra parte no se comprendió y esa habla de sustitución: “y no que toda la nación perezca”; de propiciación: “por el pueblo”; y de gracia: “para congregar en uno a los hijos de Dios” (v. 52y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.).
No juzguemos a los principales sacerdotes sin colocarnos en situaciones semejantes. Pensemos en presiones políticas, sociales, de trabajo, etc. Esto les sucedía a ellos (v. 48Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.). ¿Qué hacemos con Cristo en estos momentos? Tenemos la “palabra profética más segura” (2 P. 1:19Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones). ¿La entendemos? ¿La aplicamos toda a nuestra vida?
Es muy común en nuestros días encontrar a quienes piensan que una es la vida espiritual y otra la material y que las enseñanzas de la Biblia sólo se aplican a la primera. Evitemos ese error.