Para apreciar la importancia de este pasaje debemos recordar que los creyentes pertenecemos “a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos” (Heb. 12:23a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, 24a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.). Los levitas eran para Dios “en lugar de todos los primogénitos”, pero había más primogénitos que levitas y el excedente tenía que ser rescatado a razón de cinco siclos de plata por cabeza, conforme al siclo del santuario.
El levita pertenecía a Dios y vivía con un sólo propósito: servir en el tabernáculo. No tenían tierras ni bienes que le pudieran distraer de esta ocupación. Un levita podía decir: Para mí el vivir es el tabernáculo, así como el creyente hoy debe decir: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. ).
Dios quiere enseñarnos en este reglamento que tiene derecho sobre nosotros en cuanto a servicio y que todos, hasta el más pequeño de sus primogénitos, tiene un valor para él. Si no hemos reconocido nuestra responsabilidad de servicio en cuanto a las cosas sagradas debemos pensar en términos de rescate. Dios pone un valor de “cinco siclos” (v. 47tomarás cinco siclos por cabeza; conforme al siclo del santuario los tomarás. El siclo tiene veinte geras.) al servicio que espera de cada uno. ¿Ha recibido esto de mí?
El capítulo que sigue nos enseñará detalladamente qué servicio requiere Dios de nosotros.