La historia vuelve a repetirse. En esta ocasión David es el que busca entrar en el campamento enemigo (v. 6Entonces David dijo a Ahimelec heteo y a Abisai hijo de Sarvia, hermano de Joab: ¿Quién descenderá conmigo a Saúl en el campamento? Y dijo Abisai: Yo descenderé contigo.), pero sus intenciones no fueron de venganza sino de darle una lección a Saúl. No podemos afirmar que David no era de carácter vengativo, la historia de Nabal nos dice lo contrario (25:21,2221Y David había dicho: Ciertamente en vano he guardado todo lo que éste tiene en el desierto, sin que nada le haya faltado de todo cuanto es suyo; y él me ha vuelto mal por bien. 22Así haga Dios a los enemigos de David y aun les añada, que de aquí a mañana, de todo lo que fuere suyo no he de dejar con vida ni un varón.), pero sí podemos decir que David tenía a Dios en alta estima, conocía sus leyes y respetaba sus derechos. “Mía es la venganza y la retribución” (Dt. 32:35Mía es la venganza y la retribución; A su tiempo su pie resbalará, Porque el día de su aflicción está cercano, Y lo que les está preparado se apresura.), había dicho Jehová y por esto espera que sea Dios quien hiera a Saúl o bien que permita que caiga en batalla (v. 10Dijo además David: Vive Jehová, que si Jehová no lo hiriere, o su día llegue para que muera, o descendiendo en batalla perezca). Hay una lección para nosotros: muchas veces queremos hacer justicia con nuestras propias manos; queremos terminar un problema con un golpe vengativo. Si esto hacemos estamos:
a) Tomando el lugar de Dios; sólo él puede emitir juicio.
b) Quebrantando la ley (matando, robando, etc.).
c) Haciendo a un lado una circunstancia que Dios quería utilizar para enseñarnos algunas lecciones, formar nuestra personalidad y forjar nuestro carácter.
¿Qué hubiera sido de David si se hubiera quedado tras sus ovejas hasta el momento de ser rey?