“Así murió Saúl por su rebelión con que prevaricó contra Jehová, contra la palabra de Jehová, la cual no guardó, y porque consultó a una adivina.”
Ésta es una historia muy triste para empezar un trimestre, pero es muy necesaria como inicio de las lecciones que deseamos aprender en esta ocasión.
El texto que aprenderás de memoria tiene una palabra que no es muy común: “Prevaricó...”
Prevaricar, dice el diccionario, es faltar voluntariamente a la obligación de su cargo.
Saúl prevaricó:
a) Contra Jehová, porque fue quien le dio el cargo.
b) Contra la palabra de Jehová, porque fue la ley que debía cumplir.
c) Por consultar a una adivina, porque desechó la soberanía y autoridad de Dios.
Como siervo de Dios, yo cometo rebelión, cuando:
a) No busco a Dios en mis dificultades.
b) No me esfuerzo para guardar su ley.
c) No me someto a sus planes para mi vida.
Pero aprendamos la lección desde otro punto de vista:
De la historia del rey Saúl podemos aprender cuánto aborrece Dios la rebeldía.
La rebeldía es algo duramente castigado en el ejército, y nosotros somos soldados de Jesucristo.
La rebeldía puede estar escondida, y sólo manifestarse porque hacemos lo que se nos dice, a la fuerza y sin ánimo.
La rebeldía puede ser algo declarado, como en el niño que hace un berrinche, o en el adolescente que se sale dejando a su papá con las palabras en la boca, o en el trabajador que grita a todos su inconformidad.
Para que la rebeldía no se apodere de nosotros, necesitamos aprender a usar estos tres recursos:
¿Cuántos se dan cuenta de que eres obediente: con Dios, con tus padres, con las autoridades puestas por Dios? Dios se goza al ver a hijos que son obedientes.