David sufre bajo el peso de los años, y Adonías, su hijo, conspira para asegurarse el trono. No aprendió nada del fracaso de Absalón y usa los mismos recursos. Joab y Abiatar le ayudaron, pero hubo quienes fueron leales a David y a Dios quien lo ungió. Hay varias lecciones en nuestra lectura:
1. Una amonestación a los padres (v. 6Y su padre nunca le había entristecido en todos sus días con decirle: ¿Por qué haces así? Además, éste era de muy hermoso parecer; y había nacido después de Absalón.). David fue débil en su trato con Adonías. No supo usar la vara. “Nunca le había entristecido” con preguntas sobre su conducta y sufrió las consecuencias de su negligencia.
2. Una advertencia a los hijos (v. 5Entonces Adonías hijo de Haguit se rebeló, diciendo: Yo reinaré. Y se hizo de carros y de gente de a caballo, y de cincuenta hombres que corriesen delante de él.). Un hijo indisciplinado es fácil presa de la ambición y del orgullo. Al final de ese sendero está la muerte.
3. Un consuelo para los que sufren la disciplina del Señor. Dios dijo a David: “No se apartará jamás de tu casa la espada” (2 S. 12:10Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer.). Amnón, Absalón, y ahora Adonías iban a morir por ella. Pero es disciplina y no destrucción la que Dios propone. Sus hijos turbaron a David, pero no triunfaron sobre él. Dios levantó amigos fieles para desbaratar el complot de Adonías.