LA frase en nuestra lectura de ayer: “Y edificó allí un altar” (12:7Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido.), nos indica que Abram había llegado a una cumbre en su experiencia con Dios. Pero en el momento cumbre de una experiencia como ésta, asecha la duda. Dios le había prometido una tierra en herencia aunque no tenía hijo (Hch. 7:5Y no le dio herencia en ella, ni aun para asentar un pie; pero le prometió que se la daría en posesión, y a su descendencia después de él, cuando él aún no tenía hijo.). Esto debiera haber significado que Abram no moriría hasta tener descendencia. ¿Por qué pues dudó que Dios podría cuidarlo durante el tiempo de hambre que hubo en Canaán?
Dios no oculta las flaquezas de los hombres, al contrario, hace resaltar lo que un paso en el sendero equivocado trae como consecuencia. Dios no le dijo a Abram que descendiera a Egipto y por eso no sabe qué decir con respecto a su esposa y piensa protegerla con una mentira (fue verdad a medias en el caso de Abram: 20:12Y a la verdad también es mi hermana, hija de mi padre, mas no hija de mi madre, y la tomé por mujer.). Pero Dios no va a permitir:
1. Que sus hijos sigan por caminos equivocados.
2. Que la culpa siga sin confesar. Abram y Faraón tienen que hablarse con la verdad (v. 18Entonces Faraón llamó a Abram, y le dijo: ¿Qué es esto que has hecho conmigo? ¿Por qué no me declaraste que era tu mujer?).
Que esto sirva de lección si es que estamos bajo la disciplina del Señor (Heb. 12:11Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.). Y que sirva de advertencia para no dudar de las promesas de Dios y caer así en el lazo de Satanás.