Este pasaje contiene lecciones importantes sobre la tentación.
Sansón va a Gaza, fortaleza filistea, impulsado por su temeridad carnal y no por el Espíritu. Dios le había librado de muchas redes, pero Dalila le tiende una que fue fatal. La tentación principia con ruegos que reducen al hombre fuerte “a mortal angustia” (v. 16Y aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia.).
Sansón juguetea con la tentación diciendo una mentira tras otra pero, como la polilla, cada vez se acerca más a la llama que lo va a quemar. No trató de convertir a la pagana al Dios de verdad, sino que se dejó seducir por ella y le contó, al fin, el secreto sagrado de su nazareato: “le descubrió... todo su corazón” (v. 17Le descubrió, pues, todo su corazón, y le dijo: Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré y seré como todos los hombres.).
Es de necios pensar que se puede jugar impunemente con el pecado. Fue traicionado por la mujer escogida por su corazón perverso. En otras ocasiones se levantó del regazo de una ramera para hacer proezas en el poder del Espíritu Santo, pero esta vez fue vencido. Lo ataron con cadenas, le sacaron los ojos y fue a moler trigo en la cárcel. ¡Qué triste leer: “No sabía que Jehová ya se había apartado de él” (v. 20Y le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se dijo: Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él.)!