Así principia el capítulo, para hacernos recordar que Dios no permitió a David edificarle casa. Lejos de desanimarse, David redobla esfuerzos en hacer aquello para lo cual Dios lo había llamado a él: derrotar y despojar a los enemigos de su pueblo, sean moabitas, filisteos, sirios o lo que fuera, “porque Jehová daba el triunfo a David dondequiera que iba” (v. 13Y puso guarnición en Edom, y todos los edomitas fueron siervos de David; porque Jehová daba el triunfo a David dondequiera que iba.). Que así sea con nosotros. No envidiemos el trabajo de otro, ni lamentemos limitaciones que Dios nos imponga. Cumplamos nuestro ministerio con fervor y entrega y podremos dar gracias a Dios por victorias (1 Co. 15:57Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.; 2 Co. 2:14Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento.).
Entre los despojos había escudos de oro, y también muchísimo bronce (vs. 7,87Tomó también David los escudos de oro que llevaban los siervos de Hadad-ezer, y los trajo a Jerusalén. 8Asimismo de Tibhat y de Cun, ciudades de Hadad-ezer, tomó David muchísimo bronce, con el que Salomón hizo el mar de bronce, las columnas, y utensilios de bronce.). Éste lo usaría más tarde Salomón para formar el lavacro (aquí llamado “mar de bronce”), las columnas y los utensilios dedicados a Jehová (v. 11los cuales el rey David dedicó a Jehová, con la plata y el oro que había tomado de todas las naciones de Edom, de Moab, de los hijos de Amón, de los filisteos y de Amalec.).
Nuestras victorias serán motivo de bendición, tanto a los que compartan nuestras luchas (Joab, Josafat, Sadoc), como a los que reciban el beneficio (Salomón). Pero no busquemos en ellas engrandecimiento sino la bendición de nuestros hermanos.