Septiembre 18

Miqueas 1:1-16Ir a la Biblia en línea (sitio externo)

“OÍD, PUEBLOS TODOS”

¿Qué es lo que deberían oír? Una lectura superficial de este capítulo nos presenta un arrebato poético que describe el paso de Jehová por la tierra, y el de un ejército que deja desoladas varias ciudades.

Sin embargo, habría un significado más profundo que éste para el hebreo. Costumbres paganas de las naciones cananeas habían convertido todo monte en un “lugar alto” donde se adoraba al sol y la luna. Así que, el derretir de los montes no sólo era lenguaje poético.

Las ciudades listadas (vs. 10-1210No lo digáis en Gat, ni lloréis mucho; revuélcate en el polvo de Bet-le-afra. 11Pásate, oh morador de Safir, desnudo y con vergüenza; el morador de Zaanán no sale; el llanto de Betesel os quitará su apoyo. 12Porque los moradores de Marot anhelaron ansiosamente el bien; pues de parte de Jehová el mal había descendido hasta la puerta de Jerusalén.) tienen todas una frase descriptiva que, en el idioma de Miqueas, formaba un vocablo semejante al nombre de la ciudad. Era más que las destrezas del poeta; era la lección de un profeta: Dios cambiaría su acero en cera, su gloria en escoria y su canto en llanto.

Laquis (v. 13Uncid al carro bestias veloces, oh moradores de Laquis, que fuisteis principio de pecado a la hija de Sion; porque en vosotros se hallaron las rebeliones de Israel.) es condenada porque en ella entraba un comercio de caballos con Egipto que, según pensaban, les daría poderío militar. ¡Doble error! Primero, su poder estaba en Dios; segundo, el caballo era importante para la estrategia militar de las planicies de Egipto, pero de poco valor en las regiones boscosas y montañosas de Israel.

“El Sembrador”
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