El ciego de Jericó vio lo que otros no veían. El joven rico no pudo ver la “una cosa” que le faltaba (v. 22Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme). Amaba más las riquezas que a Dios, y no quiso dejarlas por Cristo. Tampoco pudo ver que dejar algo por el reino de Dios tiene recompensa “en este tiempo, y en el siglo venidero” (vs. 29,3029Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, 30que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.).
Los discípulos no podían ver que “lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (v. 27Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. ); ni pudieron comprender que las profecías con respecto al Hijo del Hombre habrían de cumplirse (v. 34Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía).
La multitud no entendía quién era aquel a quien seguían y en forma despectiva lo nombran: “Jesús nazareno” (v. 37Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno). Tampoco comprendieron la necesidad del ciego que clamaba junto al camino.
Por otro lado, el ciego sí comprendió:
1. Quién era el que pasaba por Jericó (v. 38Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! ).
2. Que su necesidad era grande y su oportunidad era única. Por eso no calló sino que clamaba mucho más (v. 39Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!).
3. Que, al ser sanado, debía obedecer a Dios (le siguió) y también debía alabarle (le glorificaba). Note lo contagiosa que fue esta actitud del que ahora veía (v. 43Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.). ¿Qué tal ven nuestros ojos?