Nuevamente hay algo que observar con cuidado. Es la secuencia: (1) Amor al Señor. (2) Guardar sus mandamientos. (3) Recibir el poder y tener la manifestación de Dios en nuestras vidas (vs. 15,16,2115Si me amáis, guardad mis mandamientos. 16Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre 21El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.).
Esto es así porque el amor hacia el Señor y la decisión de obedecerle son cosas que van primero, es decir, Dios no puede controlar nuestra vida si no tiene el contrato firmado en el que se le da completo control de ella. Esto es lógico, pero, ¡cuántas veces no lo pensamos así! Hay fracasos, nos sentimos lejos de Dios, etc., y preguntamos, ¿por qué? La respuesta está en el hecho de que no le hemos dado control completo de nuestra vida. El poder del Espíritu en mi vida llega sólo después de haberme rendido al Señor.
Soy sellado al creer (Ef. 1:13En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa), pero no siento el poder hasta desear obedecer. El deseo de obedecer viene al amar, y amar en verdad (v. 15Si me amáis, guardad mis mandamientos.). El Consolador vendría para enseñar y recordar (v. 26Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.), pero también para habilitarnos de manera que podamos hacer “mayores” obras (vs. 12,2612De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. 26Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.).