Empezamos la tercera división del libro. Estaremos siguiendo a Pablo y sus compañeros en sus viajes misioneros. Meditemos hoy en la iglesia de donde fueron enviados. Cuatro palabras destacan (vs. 1,21Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. 2Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.):
1. Profetas. Dios los usaba para dar a conocer su voluntad.
2. Maestros. Se dedicaban a la tarea de instruir a los que andaban en el camino del Señor.
3. Ministrando. Dios los había elegido y ellos, gustosos, entregaban sus vidas al servicio.
4. Ayunando. No buscaban la satisfacción de sus propios deseos porque su único anhelo era ser agradables y útiles al Señor.
El Espíritu Santo pide a los cinco varones (vs. 1,21Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. 2Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado.) que aparten a Bernabé y a Saulo. A ellos les correspondieron estas tres acciones:
a) Apartar. Dispensarlos de actividades presentes para que Dios los empleara en otras.
b) Imponer las manos. Una señal de identificación que mostraba que, aunque estuvieran trabajando fuera, seguían siendo miembros de la Iglesia Local.
c) Despedirlos, dándoles apoyo moral y económico.
Notemos que es al Espíritu Santo a quien le corresponde enviarlos (v. 4Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre.).