La profecía de los huesos secos es una de las más conocidas de Ezequiel. Podemos ver tres lecciones en ella:
1. El poder de Dios y su sabiduría. Él puede reunir y dar vida a los huesos dispersos por el campo y confundidos entre los demás.
2. La fe del profeta en este poder. Si frente a una congregación dormida y sin interés en las cosas de Dios sentimos apatía al predicar la Palabra de Dios, ¡cuánto más si se nos ordenara predicar en un valle lleno de huesos “secos en gran manera”! No así Ezequiel. Él creyó a Dios y profetizó como le fue ordenado (vs. 3,7 3Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes. 7Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso.).
3. La secuencia de restauración. Huesos, fortaleza de estructura; tendones, comunicación y movimiento; carne, forma y tamaño; piel, protección; espíritu, vida abundante y verdadera. Recordemos que cuando Dios formó a Eva, también comenzó con un hueso.
La segunda profecía amplía la lección de la primera y asegura que la restauración abarcará también a las tribus del norte que fueron llevadas cautivas muchos años antes.