Este salmo tiene lecciones importantes para el que quiere aprender a orar (Lc. 11:1Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.). Se divide en dos partes por la palabra “Selah” (v. 6Extendí mis manos a ti, Mi alma a ti como la tierra sedienta. Selah). La primera habla de preparación para la oración y la segunda tiene varias peticiones.
Antes de orar es bueno recordar que somos pecadores y no tenemos derecho a entrar en la presencia de Dios. Por gracia somos salvos y por gracia seremos oídos al orar. También somos débiles ante nuestros enemigos, pero nuestro Dios es omnipotente. Por eso extendemos nuestras manos y levantamos nuestras almas a Dios.
Al principio el salmista dijo: “Oye mi oración” (v. 1Oh Jehová, oye mi oración, escucha mis ruegos; Respóndeme por tu verdad, por tu justicia.), pero más adelante dice: “Respóndeme... hazme oír” (vs. 7,87 Respóndeme pronto, oh Jehová, porque desmaya mi espíritu; No escondas de mí tu rostro, No venga yo a ser semejante a los que descienden a la sepultura. 8 Hazme oír por la mañana tu misericordia, Porque en ti he confiado; Hazme saber el camino por donde ande, Porque a ti he elevado mi alma.). La oración debe ser diálogo y no monólogo.
“Hazme saber el camino... Líbrame de mis enemigos... Enséñame a hacer tu voluntad... tu buen espíritu me guíe” (v. 8-108 Hazme oír por la mañana tu misericordia, Porque en ti he confiado; Hazme saber el camino por donde ande, Porque a ti he elevado mi alma. 9 Líbrame de mis enemigos, oh Jehová; En ti me refugio. 10 Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud.), son otras peticiones que debemos hacer diariamente. La oración termina con la confianza en la verdad, justicia y misericordia de Dios. Termina como principia, reconociendo que Dios es Señor y nosotros sus siervos.