Todo lo ya leído debe ejercer influencia en la vida diaria. Por tanto en la vida familiar y social del creyente debe regir la autoridad de Cristo cuyo señorío se recalca siete veces en este pasaje.
En todas las relaciones mencionadas hay obligaciones recíprocas. Entre el hombre y la mujer hay semejanzas y diferencias. El movimiento feminista que busca igualdad absoluta está equivocado. Es un error tratar de borrar las diferencias que Dios puso. Apreciar estas diferencias es aprender a ser suplemento y complemento el uno del otro. Entre siervos y amos es necesario reconocer que ambos sirven al Señor.
Los últimos versículos (4:2-62Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; 3orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, 4para que lo manifieste como debo hablar. 5Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. 6Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.) traen exhortaciones tocante a la oración, tanto personal como la intercesión por nuestros hermanos.
El testimonio tiene que ver con cómo usamos el tiempo y la lengua. Hablar con gracia y con lenguaje sazonado con sal significa que debemos siempre decir la verdad, pero en forma agradable y amena. La sal evita corrupción, pero también da sabor agradable a la comida.
La conversación y la predicación pueden ser insípidas si no les ponemos sal.