En este capítulo podemos ver tres partes:
1. Dios instruye al profeta para que muestre las abominaciones de Jerusalén (vs. 2-13Ir a la Biblia en línea (sitio externo)). El profeta condena cuatro pecados: (a) Tener en poco la vida del prójimo. (b) Despreciar al padre y a la madre a quienes debía honra. (c) Degradar a sus mujeres e hijas vendiéndolas por precio. Con estos pecados, el cuarto era ineludible: (d) Menospreciar y profanar lo que es de Dios (v. 8Mis santuarios menospreciaste, y mis días de reposo* has profanado).
2. El profeta habla del castigo y compara lo drástico de éste con lo grande de su pecado: si ellos no tuvieron compasión de su prójimo, ¿podían pensar que Dios debiera compadecerse de ellos?
3. Una búsqueda infructuosa. Ya en otros comentarios hemos marcado cómo, en profecías tan negras como ésta, siempre se hallan piedras preciosas que hablan de Cristo y del amor de Dios.
Ciertamente para Israel no hubo intercesor, ¡pero para nosotros sí lo hay! Cristo se puso en la brecha entre Dios y el pecador y rogó a nuestro favor (v. 30Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé.). Cristo llevó nuestros pecados y recibió la descarga de la ira de Dios (v. 31Por tanto, derramé sobre ellos mi ira; con el ardor de mi ira los consumí; hice volver el camino de ellos sobre su propia cabeza, dice Jehová el Señor.) para que nosotros “vivamos a la justicia” (1 P. 2:24quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.).
Meditemos en esto, hagámoslo nuestro y adoremos a Dios.