Pensar en Juan el Bautista y el Señor Jesús es interesante (vea Feb. 26JUAN EL BAUTISTA;
(Juan 3:22-36)). Aquí hay algo más (v. 41Y muchos venían a él, y decían: Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste, era verdad.): Juan no hizo señales y el Señor hizo muchas. Juan testificó de Cristo con testimonio verdadero.
El testimonio de Juan y las señales del Señor se unieron para convencer a los que creyeron (v. 42Y muchos creyeron en él allí.). Los incrédulos demandaban: “Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente” (v. 24Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.). Esto se parece a la postura de tantos hoy que demandan que, si Dios existe, que se los demuestre al instante. La respuesta es la misma: “Os lo he dicho, y no creéis” (v. 25Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí). Dios no va a responder a las demandas impertinentes de un incrédulo, ni es nuestro esclavo para que nos complazca en nuestros caprichos.
Sin embargo, para esa misma demanda, pero de un corazón sincero, ya existe respuesta. Las obras de Dios en la creación muestran su poder; sus palabras en la Biblia, su sabiduría; el trato con Israel y las naciones, en justicia; la obra de Cristo en la cruz, su amor, y la transformación del creyente, su fidelidad. Ante tal testimonio, ¿podemos decir que no hay Dios? Cuidémonos de tan grande necedad (Sal. 14:1Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables; No hay quien haga el bien.).